La belleza de un superviviente reside a veces en sus cicatrices. David Chipperfield hizo que los eclécticos restos del Neues Museum, levantado a mediados del siglo XIX en Berlín, se convirtieran en un edificio de futuro. Y lo consiguió sin dejar de contar la historia de sangre y abandono que la ciudad y el propio inmueble habían sufrido. Según el arquitecto británico, su intención fue "llevar emoción a la supervivencia; no solo al horror de la guerra, también a 60 años de erosión".
Así, el viejo edificio levantado por Fiedrich Ausust Stuler puede leerse hoy a capas, con todo su historial de construcción y destrucción conviviendo en un mismo rostro. El milagro fue posible gracias al trabajo, radical pero milimétrico, de David Chipperfield y Julian Harrap, su colaborador. Esa labor, iniciada en 2003, recibió ayer el Premio Mies van der Rohe de la Unión Europea, cuyo jurado reconoció en la obra ganadora la sabiduría con que "aúna el pasado y el presente en una sorprendente mezcla de arquitectura contemporánea, restauración y arte". No es mera retórica.
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